Santiago Alba Rico
Un reciente informe de la Comunidad de Inteligencia de EEUU demuestra que los intereses estadounidenses no coinciden con los del Estado de Israel (http://www.rebelion.org/noticia.php?id=155564&titular=%BFplanes-estadounidenses-para-un-oriente-medio-post-israel?-) y de alguna manera invita al gobierno a revisar su política de apoyo incondicional al sionismo. Eso ocurre cuando los EEUU, tras los levantamientos árabes, se han visto forzados a negociar en Túnez y Egipto con partidos islamistas muy complacientes desde el punto de vista económico, pero cuya política exterior cuestiona sin duda el statu quo en Oriente Próximo. Un mundo árabe de nuevo ingobernable y violento, intolerante y fanático, efervescente de tensiones sectarias y radicalmente anti-estadounidense -hasta el punto de asesinar a sus embajadores- pone en serios aprietos a Obama en vísperas de las elecciones y realza el papel de Israel como “única democracia” de la región y único socio fiable de Occidente. Si hay una fuerza interesada en impedir la democratización del mundo musulmán y en inducir respuestas identitarias y religiosas, preferiblemente violentas, es sin duda Israel. Y para ello cuenta, por supuesto, con la colaboración en EEUU del sio-evangelismo republicano que trata de evitar la reelección de Obama.
Pero no hay que olvidar tampoco, a nivel local, a los “viejos regímenes”, incluido el sirio, a los que conviene mucho la reactivación de los marcos de legitimación en los que se apoyaron las dictaduras: la primitiva y eficaz “guerra contra el terrorismo islámico”. Los asaltos “salafistas” a las embajadas en El Cairo y Túnez ponen en una situación difícil a Mohamed Mursi en Egipto y a Hamadi Jebali en Túnez, obligados a reprimir por la fuerza protestas cuyo impulso comparten. La amenaza del “salafismo” como permanente fuente de inestabilidad en países sumergidos en procesos de cambio alimenta la demanda de orden y seguridad por parte de las minorías religiosas (los cristianos de Egipto y Siria, por ejemplo) y de las clases burguesas urbanas. El máximo beneficiario político del asalto a la embajada estadounidense en Túnez es sin duda Nida Tunis, la coalición electoral encabezada por el ex-primer ministro Caid Essebsi, fundada hace apenas dos meses, en la que confluyen todos los fulul de la dictadura.
Finalmente, por supuesto, está esa vaga constelación que ahora llamamos “salafistas” y que asociamos a la vieja franquicia de Al-Qaeda, superada por las revoluciones árabes, minoritaria y descolocada, pero a la que toda provocación identitaria y toda “sectarización” ofrecen una nueva oportunidad de repenetración en la zona. Todavía no son más que “polizones en los movimientos populares” (como dice el padre Paolo de la presencia de Al-Qaeda entre los revolucionarios sirios), pero mientras subsistan los problemas endémicos que el mundo musulmán hereda de las dictaduras -paro, miseria, represión sexual, bajos niveles culturales- podrá encontrar y ampliar sus “nichos de mercado”. El llamamiento de Al-Qaeda a la “unión de los musulmanes”, atribuyéndose además la acción de Bengasi (al alcance en realidad de cualquiera de los grupos armados que combatieron a Gadafi), revela el interés “salafista”, idéntico al de las fuerzas reaccionarias rivales, en sacar ventaja de la provocación islamofóbica y sus consecuencias.
La recuperación del viejo discurso de la “confrontación del culturas” sólo puede perjudicar a todos los que luchan a nivel global y local por la democratización del mundo musulmán, la soberanía regional frente al imperialismo y la liberación de Palestina. Los movimientos populares del mundo árabe deberán estar muy atentos para no ceder a esta polarización. En cuanto a la izquierda “occidental”, o al menos una parte de ella, debería aprender a ser menos “anti-occidental” y no aplicar esquemas de confrontación binaria reductivos que nos obligarían hoy a celebrar el asesinato del embajador estadounidense en Libia por las mismas razones que nos llevaron ayer a denunciar el asesinato de Gadafi. El aprieto de Obama frente a esa muerte que no puede vengar debería convencernos de la complejidad de este tablero en el que, para bien y para mal, muchas fuerzas conservan su propia autonomía y sus propias ambiciones.
Fuente original: http://www.gara.net/paperezkoa/20120918/362653/es/Islamismo-e-islamofobia-vuelta-pasado
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