Santiago Alba Rico
Tras diez horas de negociaciones, avances y retrocesos, anuncios y desmentidos, a media tarde de ayer la UGTT de Túnez decidió suspender la huelga general convocada para hoy tras alcanzar un acuerdo con el gobierno. Aunque el contenido del mismo no se ha hecho aún público, todos los medios tunecinos recogen como seguros los siguientes seis puntos:
- Reconocimiento por parte del gobierno del derecho a ejercer actividades políticas, civiles y sindicales y la denuncia de todas las formas de violencia, cualquiera sea su origen o motivaciones.
- Condena por parte del gobierno de todas las agresiones cometidas el 4 de septiembre contra la sede de la UGTT, los sindicalistas y los empleados del sindicato.
- Compromiso de las dos partes para superar todas dificultades que puedan obstaculizar el diálogo.
- Establecimiento en el plazo de diez días de una comisión mixta con el encargo de investigar sobre los acontecimientos del 4 de diciembre y el papel de las llamadas Ligas de Protección de la Revolución en estos incidentes, comisión que deberá presentar un informe antes de un mes al jefe de gobierno para que éste tome las medidas previstas por la ley.
- Aceleración de los procedimientos judiciales contra todos aquellos cuya implicación en estos incidentes haya quedado establecida.
- El gobierno se felicita del papel jugado por la UGTT en tanto que organización nacional y socio esencial en la culminación del proceso democrático y la realización de los objetivos de la revolución.
Como se ve, se trata de un programa más bien vago que permite una escenografía de triunfo compartido. ¿Es esto lo que se pretendía? Si el acuerdo no contempla la disolución de las Ligas de Defensa de la Revolución, esa vía queda abierta a través de procedimientos legales, tal y como -por lo demás- había sugerido el gobierno. Si Nahda no asume públicamente su responsabilidad, reconoce en cambio la autoridad de la central sindical en el proceso de transición, que era sin duda uno de los propósitos de esta amagada demostración de fuerza. ¿Esa fuerza era tanta? ¿La huelga hubiese sido un éxito? No parece probable, aunque finalmente ninguna de las dos partes ha querido correr el riesgo. Una vez firmada la paz, el ministro del interior, Ali Lareidh, ha declarado: “este acuerdo honra al Túnez porst-revolucionario”. Por su parte, Houssin Abassi, secretario general de la UGTT ha invocado el sentido de la responsabilidad del sindicato, subrayando “la necesidad de preservar la seguridad del país y de evitar los peligros que puedan amenazar su estabilidad”. Resta saber cuál será la reacción de los militantes de una y otra organización y qué partido capitalizará electoralmente el alivio de ese sector de clase media urbana amedrentado por la confrontación y la jornada de huelga.
El gran perdedor, según una curiosa teoría enunciada por el viejo comunista independiente Gilbert Naccash, sería Rachid Ghanouchi, el lider de Nahda, quien habría tratado de dar una especie de golpe de Estado “a la iraní”, para lo que habría puesto en aprietos a su propio gobierno a través de las “milicias” de las Ligas de Defensa de la Revolución. El amago de huelga de la UGTT -siempre según Naccash- habría frenado esta tentativa, obligando a una parte del partido islamista a oponerse a su propio dirigente y generando así una división que se hará visible en las próximas semanas. Teoría algo aventurada de un hombre, por lo demás, que no suele decir tonterías; y que nos recuerda, en todo caso, que si la “oposición” es una rapsodia anti-islámica de fuerzas muy dispares, el partido islamista está lejos de ser una pieza maciza y sin fisuras.
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