Mario Sei
Para entender el gran éxito del partido islámico Nahda y la derrota de las fuerzas laicas más importantes sin caer en clichés superficiales –el mas falso de los cuales sería repetir la tesis según la cual los pueblos musulmanes sólo serian capaces de moverse en el horizonte del islamismo político– es necesario recordar el proceso que ha conducido a las elecciones para la asamblea constituyente el pasado 23 de octubre.
La decisión de celebrar elecciones para una asamblea constituyente, anunciada por el Presidente de la República el 3 de marzo, fue la mediación necesaria frente a una revuelta que desde hacía dos meses pedía señales de ruptura con los aparatos y los hombres más comprometidos con el régimen. A pesar de que el sistema represivo seguía funcionando y causando víctimas, la presión social obligó a Mohamed Ghannouchi, primer ministro de Ben Ali desde 1999 y jefe del gobierno de transición desde el 14 de enero, a reemplazar de entrada a los ministros que el había elegido por figuras independientes, y un par de semanas después a presentar su dimisión, para calmar así la ira desatada después de que designara como nuevos gobernadores regionales a hombres vinculados a la dictadura. El movimiento rebelde, que por dos veces había ocupado la Kasbah, la plaza del gobierno de Túnez, en un principio era apoyado únicamente por los comités espontáneos de ciudadanos, sindicalistas de bases y muchas asociaciones de la sociedad civil, en particular la influyente orden de los abogados. A partir de la experiencia de la Kasba nació un Consejo de Protección de la Revolución, que incluía, junto a la sociedad civil, a algunas fuerzas políticas hasta entonces ilegales, como Nahda y distintos partidos de la izquierda radical, que aparecieron por primera vez en la escena pública, aunque muchos de sus militantes habían participado en forma individual en las movilizaciones. Tras la dimisión de Ghannouchi, decidida tras la represión de una manifestación masiva en apoyo de la Kasba que costó la vida a cinco jovenes, el Presidente de la Republica anunció que, tal y como reivindicaba la plaza, junto con la elección de la Asamblea Constituyente, se reconocía al Consejo el derecho de veto y de observación sobre el trabajo del gobierno. Con este propósito se creó un órgano ad hoc -con un nombre que nadie supo nunca pronunciar en su totalidad: Alta Instancia para la Realización de los objetivos de la revolución, la reforma política y la transición democrática-, que debía incluir también miembros de los partidos no representados en el Consejo. Las fuerzas políticas externas al Consejo dignas de credibilidad y con un cierto peso eran esencialmente dos, a saber, el PDP y el PDM, ambas con una larga historia de oposición, aunque dentro de la legalidad del régimen.
A partir de ese momento, una vez activada la dinámica electoral, cambió por completo la naturaleza del conflicto político: desde la calle y la lucha contra el régimen, presidida por una movilización colectiva, solidaria en el interior y opuesta al aparato del régimen, el conflicto se convierte en un enfrentamiento entre diferentes fuerzas y partidos políticos. Hasta aquel momento ausentes de la escena pública, los partidos asumen ahora el papel de actores principales y las organizaciones de la sociedad civil, incluidos las nacidas después del 14 de enero, pierden su fuerza propulsiva. Integrado en la Instancia Superior, el Consejo se disuelve, Nahda empieza su campaña electoral y las otras fuerzas políticas, sobre todo partidos y formaciones de izquierda, forman un polo común, llamado Frente 14 de enero, que inmediatamente genera mucho entusiasmo. A su primer mitin acude tanta gente, especialmente jóvenes, que llenan incluso el parque que rodea el palacio de congreso. La unidad del Frente, sin embargo, dura sólo unas pocas semanas para dividirse otra vez en decenas de diferentes formaciones que pierden toda la visibilidad y capacidad de movilización, y que en las elecciones del 23 de octubre han desaparecido casi por completo, si exceptuamos algunos escaños aislados y los tres dipuados obtenidos por el Partido Comunista Obrero de Túnez.
El entusiasmo en torno al Frente provenía de una porción bastante grande de la sociedad y la mas activa en el movimiento de revuelta: muchos jóvenes que descubrían la pasión por la política, colectivos de licenciados en paro, sindicalistas y todos aquellos, no pocos en el país, orientados a la izquierda pero sin representación. Formado por fuerzas políticas duramente reprimidas por el régimen y con raíces en el territorio, el Frente disfrutaba de una legitimidad considerable, también reforzada por la presencia de algunos opositores bien conocidos y respetados. Con su disolución, el Frente se separó de hecho de un vasto terreno de apoyo popular que más tarde ha recuperado, en gran parte, el Nahda o se ha disuelto en el rechazo al voto .
La recuperación del consenso y el apoyo fue una tarea relativamente simple. Fundado en los años 80 y arraigado en el territorio, a pesar de haber sido forzados a la clandestinidad, Nahda había pagado un gran precio en represión, con miles de sus militantes, la mayoría de clase popular, asesinados, torturados o encarcelados. Gran parte de sus miembros habían participado en la revuelta y el partido, incluso después de su legalización y del regreso de Londres de Rachid Ghannouchi, líder historico del movimiento y del Islam político, rechazó la oferta de asumir enseguida funciones de poder y siguió prestando apoyo a las reivindicaciones populares. A los ojos de muchos, Nahda se convirtió en la única fuerza política portavoz del malestar social. Para su campaña electoral y la ampliación de su apoyo, el partido pudo basarse luego en la red de militantes presente en el país y en la gran disponibilidad de recursos, gracias a financiamientos locales e internacionales de los que disfrutan sus dirigentes.
Una gran contribución a la hegemonía de Nahda, sin embargo, debe atribuirse al PDP (Partido Democrático Progresista) y el PDM (Polo Democrático Monernista, formado a partir del Movimiento Tajdid, Renovacion), las dos grandes fuerzas consideradas laicas y progresistas, severamente sancionadas por el resultado electoral. Arraigadas desde hace años en el tejido político y social, después del 14 de enero ambos partidos disfrutaban de una cierta visibilidad y tenían un margen de negociación importante, que utilizaron sin embargo para llegar a compromisos con el viejo aparato del régimen. Su impopularidad aumentó cuando, tal vez asustados por los tumultos en todo el país y el riesgo de un caos sin control, respaldaron una iniciativa impulsada por algunos ciudadanos que tuvo un efecto singular sobre buena parte de la opinión publica. En nombre de la estabilidad y la economía, un millar de personas, que se autodenominaron mayoría silenciosa, quizás sin conocer la historia muy sucia del término, organizaron durante varios días, a partir de las cinco de la tarde, es decir después del horario de trabajo, una concentración para exigir el fin de las protestas y los disturbios. La movilización, muy civilizada y disciplinada, convocada en un parque para no obstruir el tráfico, fue vista por muchos como una iniciativa anti-kasbah y una contra-revolución.
Las elecciones para la Asamblea Constituyente, por lo tanto, furon un triunfo logrado a pesar de las resistencias del PDP y del PDM. Y sin duda ha sido sobre todo la campaña política promovida por el Polo, toda ella centrada en el tema del laicismo, la que ha desplazado a un 10/15% del electorado hacia Nahda. En efecto, y como era de esperar, el tema se convirtió rápidamente en una cuestión identidaria y de diferencia de clases. Formación con tradiciones de izquierda, pero acostumbrada a la aletargada oposición durante los años del régimen, el Polo no estuvo muy presente en la exigencia de poner fin a los métodos represivos y en cambio se centró en algunos episodios de violencia realizados por grupos minoritarios de salafistas (extremistas musulmanes a quienes se había negado la legalización de su partido) para denunciar una genérica amenaza islamista, con claras referencias a Nahda. El peor incidente fue la destrucción de un cine en el centro de la capital, donde se organizó una velada especial para la proyección de la pelicula Ni Allah ni maitre , de la directora franco-tunecina Nadia El Fani, que desde hace años vive en París y que siempre ha declarado públicamente su ateísmo y su homosexualidad. Todas las fuerzas políticas, incluido Nahda, por supuesto, han condenado la violencia, pero es innegable que la defensa del ateísmo y la homosexualidad no era una preocupación importante para la mayoría de los tunecinos y no formaba parte de las reclamaciones que habían empujado a la gente en las calles. A los que habían soportado el peso de la represión y la corrupción, y que seguían viendo a los hombres del régimen en posiciones de poder, la batalla por el laicismo les parecía muy alejadas de su realidad cotidiana. Un mundo muy lejano, en efecto, del que el Polo conseguía movilizar para sus eventos y reuniones, compuesto por intelectuales, profesionales y artistas, que viviendo principalmente en las grandes ciudades de la costa, se sentían sinceramente indignados al descubrir, a menudo por primera vez, las reales condiciones de vida en muchas regiones del país. Dos mundos que el momento revolucionario había unido contra el régimen y que ahora volvían a separarse a los dos lados de una línea que se refleja perfectamente en la distribución regional de los resultados electorales: los cinco asientos del Polo se distribuyen entre la capital y un par de ciudades turísticas de la costa mientras los votos de Nahda están concentrados en las regiones del centro y del sur, con picos que alcanzan el 80%.
Lo que es cierto es que el PDM cons iguió , aunque con efectos perversos , que el laicismo se convirtiera en el tema principal de estas elecciones , llevando a la polarización de la opinión pública en torno a la falsa alternativa tradiciones islámicas / cultura occidental y eclipsando totalmente los temas económicos , que la mayoría de los partidos han tratado sólo en el nivel muy abstracto de las promesas genéricas y demagógicas .
Más que el gran éxito de Nahda , lo que hay que tener en cuenta son los limites de las otras fuerzas políticas , cuyo fracaso no se puede explicar , como algunos progresistas parecen pensar , por la ignorancia del pueblo . La amenaza islamista y la poca preparación de los tunecinos para la democracia habían sido siempre precisamente los argumentos en defensa de la dictadura de Ben Ali.
Igualmente sin fundamento son también los temores que la victoria de Nahda ha suscitado dentro y fuera del país. Aun dudando de las declaraciones oficiales de sus líderes en defensa del pluralismo parlamentario, la libertad de expresión y los derechos adquiridos por las mujeres , el hecho es que los números obligan a Nahda a buscar acuerdos y alianzas con las otras fuerzas políticas. Las negociaciones están en curso , por supuesto, y circulan algunos nombres para las tres más altas funciones del Estado: Presidente de la República , Primer Ministro y Presidente de la Asamblea Constituyente. Parece segura la formación de un gobierno con Nahda y otros dos partidos , el CPR (Congreso por la Republica) y Ettakatol (El Foro) , que han obtenido respectivamente 30 y 21 asientos. Se trata de dos fuerzas moderadas y laicas , incluso si ambas reconocen la oportunidad de no suprimir la referencia constitucional a la identidad árabe – musulmana . En la dirección de los partidos, dos conocidos y respetados opositores , médicos los dos : Monzef Marzouki , encarcelado y forzado al exilio durante el régimen , y Mustafa Ben Jaafar , que presentó su candidatura – rechazada por la Corte Constitucional- para desafiar la farsa de la elección presidencial de 2009.
Del contenido real de las negociaciones , a tres semanas de las elecciones , se filtra muy poco en los medios de comunicación . La falta de transparencia , junto con la propagación rumores cuyo origen nunca es posible precisar , caracteriza aún el sistema de la información , que la revolución ha sido capaz de cambiar sólo mínimamente . Las voces del momento nos dicen que el silencio se debe a un conflicto en torno a la figura del actual Primer Ministro, Caid Essebsi , nombrado después de la dimisión de Ghannouchi y antiguo ministro en tiempops de Bourguiba , que Nahda querría como Presidente de la República en contra de los deseos de CPR y Ettakatol . Los rumores añaden que Essebsi sería el hombre de EEUU, como lo demostraría su visita a Washington, entre el 3 y el 7 de octubre, para entrevistarse con el presidente Obama .
Independientemente de los nombres y del gobierno que surjan de estas negociaciones complejas , es cierto que la presencia de Nahda no producirá ningn cambio abrupto en el país, aunque es lógico suponer , por lo menos inicialmente , más políticas sociales , dada la necesidad de Nahda de legitimar y consolidar el consenso obtenido . Por otro lado , tanto en términos de política económica como en las líneas generales de política exterior, las posiciones de Nahda son muy similares a las posiciones de las otras fuerzas moderadas o centristas.
Haciendo un balance de la elecciones del 23 de octubre -un hecho muy importante, pues han sido las primeras después de la ola revolucionaria que de Túnez se ha extendido por todo el mundo árabe- hay por lo menos dos elementos positivos que tendríamos que reconocer. El primero, fundamental, es la conquista por el pueblo tunecino de un concreto derecho al pluralismo político y a la libertad de expresión, el cual no siempre coincide o no es suficiente , como ya es evidente en Europa , con una efectiva democracia , pero que sigue siendo apreciable. El segundo elemento es que muy probablemente Nahda ayudará a la definitiva descriminalización del islam político , mostrando que puede ser exactamente análogo a la política católica o cristiana reclamada por muchos partidos occidentales . Esto sería bueno porque, además de reducir las causas de falsos conflictos atribuidos a cuestiones de identidad, desplazaría el enfoque general de la opinion publica hacia temas más propiamente políticos.
Con una visión más pesimista , y tal vez incluso un poco cínica , podríamos observar, sin embargo, que a pesar de la diferencias y sin olvidar el gran logro del pueblo tunecino , el panorama político que ha surgido de estas elecciones es casi idéntico al que existe en “Occidente”. Un centro-derecha populista que utiliza la religión y la moral como un pegamento colectivo , un centro-izquierda que tiene exactamente la misma visión económica , pero que carece incluso de un “pegamento” capaz de atraer el entusiasmo , y una izquierda radical dividida en dogmáticas e incomprensibles diferencias . Aquí también, como en otros lugares, el malestar social y la parte progresista de la sociedad no tienen la capacidad e imaginación para formular un proyecto alternativo común; un proyecto capaz de dirigirse hacia la causa de los males, es decir, hacia aquellas reglas globales que el mismo Secretario de la ONU Ban Ki -moon llamó recientemente el ” pacto suicida global”. Como ya nadie parece negar, el sistema económico actual está implosionando y los efectos de la crisis sobre la gente serán cada vez más pesados . Las razones que llevaron a las revueltas , no sólo en el norte de África, sino también en Europa , no dejan de agravarse y anuncian una agudización de los conflictos sociales . A partir de ahora, hay que esperar que ese proyecto alternativo, capaz de transformar a la multitud en un sujeto político , vea la luz lo mas pronto posible, antes de que el malestar y la furia de la multitud se manifiesten únicamente en forma de violencia destructiva y peligrosa.
Traducido por el autor
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