Omnia Nur
Entrevista a la documentalista tunecina Inés Tlili
La documentalista tunecina Inés Tlili enseña su paquete de cigarros. “Esto, por ejemplo, antes costaba un dinar y hoy cuesta tres”, asegura. Desde que las revueltas lograran echar del poder a Ben Alí, en enero de 2011, los precios no han dejado de subir. Además, las detenciones de activistas políticos continuaron tras la caída del dictador y se mantienen hoy. Muchos de ellos, incluida la misma Tlili, son acusados de haber quemado cuarteles de policía durante la revolución. Al mismo tiempo, no se persigue a los que cometieron abusos y asesinatos durante ese periodo. “La impunidad no se ha acabado”, sentencia.
En este contexto, la joven documentalista no cree que las elecciones legislativas que se celebrarán el 26 de octubre -en la que habrá más de 1.500 listas con candidaturas- consigan cambiar algo. Un mes más tarde serán las presidenciales, en las que hasta el momento hay 70 candidatos. “En la esfera pública hay destacadas figuras que fueron claves durante el mandato de Ben Ali”, incide Tlili. Es el caso de Kamal Mourjane, que fue ministro de Defensa desde el 2005 hasta el 2010 y de Asuntos Exteriores de 2010 a 2011. “Todo responde a un plan geoestratégico, los principales partidos plantean la misma subordinación al FMI y al Banco Mundial”, asegura, haciendo referencia a las propuestas de los candidatos.
En cualquier caso, el país norteafricano espera con expectación las elecciones. Por un lado, el Partido del Renacimiento (Ennahdha en árabe), tras lograr el poder en los pasados comicios, empezó a perder fuerza. “No pudo cumplir con su programa electoral”, asegura Inés. Por un lado ha perdido el apoyo de los islamistas, al no aplicar leyes relacionadas con la sharia. “También se sometió a debate una ley que nos permitía tomar decisiones respecto a la economía pero finalmente no se llevó a cabo”. Ennahdha tras formar un gobierno de corte tecnócrata, ha comenzado a implementar recortes en el país.
Por otro lado, el principal partido de la oposición, el Movimiento Patriótico Democrático, de corriente más progresista, se vio afectado por el asesinato de dos de sus principales dirigentes, Choukri Belaid y Mohamed Brahmi. “Poco o nada se sabe del paradero de los culpables a día de hoy”, lamenta Tlili. Activistas como esta joven tunecina se organizan para conseguir una información fiable. “Los medios no informan, los organismos oficiales hablan de un tema cuando quieren y dejan de hacerlo cuando les interesa”, denuncia. También se organizan para contrarrestar la imagen “errónea” que se tienen en otros países sobre lo que ocurre en Túnez.
Los derechos en el país norteafricano Tlili visitó España la semana pasada junto a activistas de varios países en conflicto en el marco de un encuentro formativo organizado por el Instituto Internacional para la Acción No Violenta (NOVACT), bajo el nombre de ‘¿Primaveras quemadas?’. “Lo hemos bautizado así porque creemos que muchas personas tienen la sensación de que las llamadas primaveras árabes han muerto o han desaparecido, igual que ocurre con el 15-M”, explica Thais Bonilla, responsable de comunicación de NOVACT. “Éstas han derivado en situaciones muy complejas, incluso en focos de incendio en Oriente Medio, y nos preguntamos si las esperanzas que había tras esas revueltas se han quemado”, agrega.
En comparación con otros países, Tlili destaca que en Túnez hay un alto nivel de libertad para las mujeres. De hecho, goza de una ley que reconoce el derecho al aborto en cualquier supuesto, durante los tres primeros meses de gestación, desde 1973, casi 40 años antes que España. La poligamia tampoco está permitida. Mientras que en países vecinos como Egipto las mujeres denuncian constantes abusos sexuales, en Túnez el acoso tanto físico como verbal está criminalizado.
Por otro lado, la activista denunicia la hipocresía que existe en la sociedad tunecina en cuanto a algunas libertades individuales, algo que achaca a cierta “inmadurez” colectiva. “Durante el mes de ayuno está prohibido comer en público, pero no dentro de los restaurantes, así que pocos ayunan, todos lo saben, pero aun así sigue esa ley en vigor”, asegura, con ironía. “Si pides alcohol en una terraza y el camarero reconoce que eres árabe, es difícil que te sirva”, continúa. Sin embargo, la lucha se centra más en reivindicar medidas económicas y políticas.
Durante la revolución se abrió un proceso de diálogo. En las asambleas que tuvieron lugar con las movilizaciones participaban todas las corrientes sociales del país, y en ellas se encontraban diferentes ideologías, desde el anarquismo y el comunismo hasta el islamismo. “Lo que entonces era un diálogo hoy se ha convertido en un enfrentamiento”, lamenta.
Pese a esta situación, en la que figuras del régimen de Ben Ali protagonizan la esfera política, los precios de productos de primera necesidad siguen subiendo y los organismos internacionales imponen recortes, Tlili no piensa que vaya a producirse un nuevo levantamiento como el que acabó con la el mandato de Ben Alí. “Muchos están muy cansados, otros en depresión, no quieren saber nada y prefieren enfocar su vida en otros temas”, admite. La documentalista asegura que a día de hoy prefiere trabajar con niños y jóvenes. “Ellos no están tan condicionados como nosotros”, señala. Tlili, como documentalista, no sólo enseña a los niños a expresarse mediante la creatividad sino que también se esfuerza en que defiendan su derecho a ser libres.
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