Patrizia Mancini
A poco menos de un mes de haberse realizado la primera vuelta de las elecciones presidenciales, ayer a las 15hs, el Organismo Independiente responsable de las elecciones publicó los resultados preliminares (1) de la segunda vuelta: ganó Beji Caid Essebsi con el 55,68% de los votos mientras que el presidente saliente Moncef Marzouki obtuvo el 44,32%.
Sigue aumentando la abstención
El porcentaje de participación de los inscriptos en los padrones electorales fue del 59,04%, con una significativa disminución del 5% con relación a la primera vuelta (64%). Si además comparamos la cantidad de votantes que concurrieron a las elecciones legislativas del pasado octubre con la cantidad de votantes de esta segunda vuelta presidencial se constata una pérdida total de 400 mil electores. Es necesario tener además presente que para votar en las elecciones de la Asamblea Nacional Constituyente del 2012 más de 8 millones de tunecinos y de tunecinas se inscribieron en los padrones correspondientes mientras que este año solo poco más de 5 millones decidieron hacerlo: otros 3 millones demostraron su falta de interés en los torneos electorales.
Esta masiva y progresiva abstención, que pareciera no preocupar demasiado a ningún político, resulta sin embargo alarmante para una democracia naciente y en el caso de las presidenciales pareciera sumarse al desencanto y a la desilusión de los jóvenes que fueron protagonistas de la revolución (2) y que han visto arrebatados sus objetivos, otros motivos que se enmarcan en el actual juego político de los partidos al día siguiente de las elecciones legislativas. La coalición de los partidos de izquierda y las formaciones del nacionalismo árabe llamada Frente Popular, luego de dos semanas de un debate que imaginamos doloroso, anunció una posición oficial absurda que enfureció a algunos simpatizantes: en primer término frenar a Marzouki y como alternativa voto en blanco o a Essebsi.
Las razones del ciego odio hacia Moncef Marzouki se deben al radical convencimiento del Frente Popular sobre la responsabilidad del ex gobierno de mayoría islamista en los asesinatos de Chokri Belaid y de Mohamed Brahmi. Pero también y más pragmáticamente en la ilusoria esperanza de poder influir con sus diputados en las políticas del futuro gobierno o incluso ocupar puestos de responsabilidad en su seno y evitar así la temida alianza entre Nidaa Tounes y Ennahdha.
Es plausible que una parte de quienes votaron en la primera vuelta de las presidenciales al líder del Frente Popular Hamma Hammami no se haya sentido dispuesta a votar a favor de Essebsi (Ministro del Interior en la época de Bourghiba que inauguró la época de las persecuciones de la izquierda tunecina) y que por tanto haya votado en blanco.
Otros pudieron no haber votado disgustados por una campaña electoral en la que ninguno de los contendientes ha sido capaz de presentarse como pacificadores y unificadores de un país que no ha superado aún la lucha de clases ni las regionales, uno de los motivos que desencadenaron la revolución de la dignidad.
Algunas excepciones en la izquierda
De la contraproducente posición de los partidos de izquierda se han distanciado varios intelectuales de una izquierda “difusa” que han difundido un llamamiento a votar a Moncef Marzouki aun criticándolo por su gobierno en el trienio presidencial /http://nawaat.org/portail/ 2014/12/17/lappel-du-17- decembre-rassemblement- moderniste-autour-dun-homme- comme-un-air-de-deja-vu/: “Moncef Marzouki no ha sido ciertamente un presidente irreprochable, tampoco se puede decir que será un hombre providencial y sin duda será mejor así. No obstante los múltiples errores políticos cometidos durante su mandato presidencial – errores por los que tendrá que rendir cuentas – y teniendo en cuenta las condiciones en que se han desarrollado estas elecciones, parece ser la única elección capaz de limitar el terremoto provocado por Nidaa Tounes y de impedir la recomposición del sistema político y económico corrupto e injusto que nos ha gobernado por más de 50 años, así como de evitar también el regreso de la represión” así han opinado Choukri Hmed, Héla Yousfi y Ayachi Ammami, para citar solo unos pocos. Los ataques sufridos por este grupo por parte de los “modernistas” de Nidaa Tounes ha alcanzado niveles francamente indecentes dignos de los viejos tiempos de la dictadura.
Una ardiente campaña electoral
Mucho más que las legislativas, las elecciones presidenciales han encendido las pasiones de los tunecinos y de las tunecinas porque ha sido la primera elección presidencial verdaderamente competitiva tras los años del 99% a Ben Alí y porque se ha tratado, como lo evidenciaron muchos observadores, de un choque frontal entre dos miedos contrapuestos: por un lado Essebsi que ha acusado a Marzouki de ser la encarnación del “diablo islamista” y el representante de los terroristas y por el otro, mucho más comprensible, el presidente saliente que ha evocado el regreso evidente del antiguo régimen. Essebsi ha llegado incluso a insultar en sus discursos a las poblaciones del Sur (regiones que en su mayoría votaron a Ennahdha y luego a Marzouki como presidente) y que no han tardado en salir a las calles para protestar contra esta afrenta.
Solo ahora, mientras todavía resuenan los tumultos de la región de Gabes, el presidente electo y el saliente comienzan a hacer llamados a la calma y al respeto al veredicto de las urnas y se apresuran a mandarse recíprocamente señales de distensión.
Nidaa Tounes hegemónica en todas las instituciones.
Con la elección de Beji Caid Essebsi como presidente de la República el partido Nidaa Tounes tiene en sus manos las riendas del país. Si Moncef Marzouki hubiera sido elegido presidente se habría conformado un contrapoder, absolutamente necesario en un país en el que, si bien no se puede hablar de revolución, existe una democracia aún frágil que necesita consolidarse.
En el parlamento Nidaa Tounes, con sus 89 diputados, cuenta con mayoría relativa y en los próximos días podrían concretarse alianzas o con el UPL y con Afek o con el “enemigo Ennahdha” (3), lo que reduciría a la nada una real oposición al proyecto liberal que, por otra parte, aúna al partido islamista con el “modernista” Nidaa Tounes.
Essebsi tampocoparece muy creíble como “guardián de la Constitución” frente a eventuales requerimientos de modificaciones en su texto por parte de “su” mayoría parlamentaria, que reúne las 2/3 partes de los votos del Parlamento.
Recordemos lo que nos dijo el constitucionalista Kais Saied en una reciente entrevista: “normalmente el centro del poder debería ser la Kasbah (en la gran plaza de la Kasbah se encuentra la sede del gobierno) pero si gana Essebsi el Gobierno estará en manos del Presidente de la República y no del Primer Ministro. Pero eso no basta: hay que considerar que la composición de la futura Corte Constitucional estará en manos del partido dominante, dado que 1/3 debe ser nombrado por el Presidente de la República, 1/3 por la Asamblea del Pueblo(…) y 1/3 por el consejo Superior de la Magistratura (también para la formación de este último, que deberá producirse dentro de los seis meses posteriores a las elecciones legislativas, se puede prever la influencia del partido mayoritario). En condiciones en que el aparato del viejo régimen, el Estado “profundo” no ha sido desmantelado, se volverá al punto de partida, es decir al partido único”
En tal sentido no puede ser tranquilizadora la reciente propuesta de Nidaa Tounes para la formación de comisiones parlamentarias encargadas de estudiar cambios constitucionales y la revisión de la ley sobre la justicia transicional.
¿Quién estará en condiciones de responder a los próximos ataques contra las pocas conquistas de la revolución, es decir, la Constitución y la Instancia para la Verdad y la Dignidad que recién comenzó sus actividades el 15 de diciembre pasado?
Al no existir una oposición digna de tal nombre, que debía haber encarnado la izquierda, el futuro de la democracia tunecina parece oscuro.
Notas
1) Una vez proclamados los resultados llamados “preliminares”, el candidato perdedor de las elecciones presidenciales dispone de 20 días para presentar su reclamo. Al finalizar ese período se difunden los resultados definitivos
2) A la situación de los jóvenes tunecinos se refiere el artículo de Thameur Mekki
3) Ennhadha, que llegara segundo en las elecciones legislativas del 23 de octubre pasado, teme una vuelta a las persecuciones políticas y un escenario al estilo egipcio, aunque menos cruento. Por tal motivo sus dirigentes parecieran auspiciar una alianza con Nidaa Tounes. Un compromiso de este tipo podría desestabilizar ya sea a Nidaa Tounes que en su seno tiene personajes de centro izquierda o a la base de Ennahdha. Recordemos además que el partido islamista no apoyó oficialmente a Moncef Marzouki en las elecciones presidenciales habiendo dejado en libertad a sus propios electores. ¿Otra señal de compromiso con Essebsi?
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