Decimoséptimo día del pueblo tunecino Fuego bajo las cenizas

Alma Allende

Hamida Ben Romdhane, director de La Press el 13 de enero, director de La Press el 30 de enero, escribe hoy un artículo titulado Mea-culpa, en el que arremete contra “los zalameros, adulones, calculadores y manipuladores” que durante años se han entregado lacayunamente al culto de la personalidad del dictador. “Hoy”, dice, “Túnez respira y nuestro periódico también. Desde el 15 de enero hemos cambiado porque nuestros periodistas han sido liberados del yugo de la dictadura por la revuelta popular. No hemos dudado un instante en lanzarnos en la brecha abierta por nuestra juventud hace ahora dos semanas”. El problema no es el objeto sino la adulación. Ahora se adula al pueblo al que se expulsa de la Qasba, a la juventud a la que se gasea en la Bourguiba, y con ello se demuestra que los mismos hombres y las mismas instituciones pueden ser sucesivamente azules, negros, amarillos o rojos. Antes se lo debían todo al dictador, ahora se lo deben todo al pueblo. Pero los periodistas siguen siendo los mismos y el periodismo igualmente declamativo, tiznado y rutinario.

Leo en As-shuruq, por otra parte, las “aclaraciones del ministerio del interior en relación con los enfrentamientos del viernes entre los manifestantes en la Qasba y los cuerpos se seguridad”. La policía, al parecer, se limitó a responder a los deseos de los ciudadanos -comerciantes, funcionarios y vecinos-, perjudicados por las dificultades para circular entre la Medina y la Avenida 9 de Abril; patrullaba la zona cuando de repente, y para su sorpresa, fue violentamente atacada con piedras por grupos de manifestantes. Los que estábamos allí, incluidos algunos periodistas, sabemos que no es cierto; que fue una operación preparada con antelación, coordinada con el ejército y destinada a -como diría un clásico- “hacer todo el daño que se puede hacer a un hombre sin matarlo”. No está aún claro que no se matara nadie; mientras se ha liberado con cargos a los veinte detenidos, siguen circulando listas de desaparecidos cuyo rastro no ha sido localizado. Se especula, por lo demás, sobre el origen de la orden de desalojo y toda clase de hipótesis crepitan en facebook, que vuelve a convertirse en la caja de resonancia de los vacíos, los silencios, los borrones de los medios de comunicación. Lo que está claro es que los cuadros de la policía, como los de la información, siguen hundiendo sus raíces en hábitos e intereses del Ancien Regime .

Las revoluciones son vistosas; echan fuego y flores por la boca y todo el mundo las quiere retratar. Túnez ha puesto inesperadamente en marcha una avalancha -dice Fahem Bukadous, el periodista liberado hace diez días- que no es sólo “emulativa”; se trata de una verdadera “rivalidad revolucionaria” o “competencia positiva” que ahora sacude Egipto, el epicentro del mundo árabe. Lo que allí ocurra repercutirá de nuevo sobre este país. Entre tanto, en este domingo de “fuego bajo las cenizas”, por decirlo con el poeta nacional, continúa el proceso iniciado el 17 de diciembre y que hizo eclosión el 14 de enero, ahora sin altavoces ni reflectores. Sigue el ejército en las calles, la ley marcial, el toque de queda, la amenaza de las milicias benalistas. La avenida Bourguiba no ha hervido, pero sí borboteado lentamente en grupitos excitados. Ha vuelto del exilio Rachid Ghanoushi, el líder del partido islamista Nahda, recibido en el aeropuerto por cientos de sus seguidores. El Frente 14 de Enero, coalición de las organizaciones de izquierdas, se ha reunido y coordina para los próximos días huelgas, manifestaciones y protestas. Las bases de la UGTT no se dan por vencidas. La exigente utopía plebeya activada tras 23 años de realismo negro va a poner en dificultades a los malos y a los buenos. Ni los unos ni los otros están contentos.

El retroceso es claro, pero es más fácil matar a un pueblo despierto que dormirlo de nuevo. La capital, insiste Boukadous, es un “espejismo”. La revolución ascendió desde el centro y el sur y allí vuelve y allí se mantiene. Habrá que ir a buscarla; habrá que traerla de nuevo.

Foto de Ainara Makalilo

   Vuelve la calma a la avenida Bourguiba

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