SOURCE: REBELION | 19 MAY 2012
“El mundo árabe se ha reivindicado como adelantado de un movimiento global de renovación democrática”
Laila Muharram Rey
Rebelión
La Primavera Árabe y el 15M son fenómenos complejos. Para entenderlos, es imprescindible recoger los testimonios de quienes los han presenciado en primera persona. El escritor y ensayista Santiago Alba Rico, incansable observador de los procesos sociales, no sólo expone lo vivido en Túnez durante los últimos dos años, sino que analiza y profundiza sobre sus reverberaciones a lo largo y ancho del mundo entero. Esta entrevista, realizada para un reportaje sobre los paralelismos de ambos movimientos, reflexiona sobre cuestiones tan interesantes como la organización horizontal, el ciberactivismo y de cómo la “primavera árabe” es causa y efecto de un cuestionamiento general del sistema. Espero que disfruten leyéndolo como he disfrutado yo.
1. En tu artículo ‘La Qasba en Madrid’ (http://rebelion.org/noticia.php?id=128812), dices que “las protestas en España se inscriben sin duda en la misma falla tectónica global y prolongan y readaptan el mismo modelo organizativo inventado en Túnez y en Egipto (y en Bahrein, Siria, Yemen, etc.)” En el aniversario del movimiento, ¿Qué significó la Primavera Árabe para movimientos como el 15M o el “Cambio Global” del 15O?
En Sol y en Plaza de Catalunya (pero también en EEUU) el referente explícito de Tahrir estuvo siempre presente. Había una conciencia clara de estar compartiendo un modelo. Y esto es muy interesante. No se trata sólo de un efecto pedagógico o contagioso de la información global. La Qasba o Tahrir fueron más que una fuente de inspiración: unieron realmente a pueblos mediterráneos separados por un abismo de malentendidos culturales y desigualdades económicas. La llamada “primavera árabe” es causa y efecto de un cuestionamiento general del “sistema” ( nitham ) que retrospectivamente se presenta no en sucesión cronológica sino como una simultaneidad total. La “primavera árabe” ha sido todo esto al mismo tiempo: un comienzo, un síntoma, un revulsivo, un modelo, un fragmento, el primer mapa de una geografía ahora global. Las plazas más concretas y con una identidad nacional más definida (Qasba, Tahrir, Plaza de la Perla, Sol, Plaza Catalunya, etc.) son los centros descentrados de una geografía común post-colonial. Tahrir y Sol no están en El Cairo y en Madrid sino en el centro mismo de la protesta.
2. En tu artículo titulado, ‘Túnez, accidente y revolución’ (http://rebelion.org/noticia.php?id=126210) dices que “es cada vez más necesario encontrar bisagras que enganchen y permitan el juego articulado entre la horizontalidad del impulso y la verticalidad de la organización.” ¿Podríamos decir que tanto la revolución en Túnez como el 15M han tenido modelos organizativos parecidos? ¿Cuales han sido?
Para evitar errores, conviene señalar primero las diferencias: en Túnez había un enemigo definido y compartido, lo que hacía más fácil establecer un programa de reivindicaciones; y ese enemigo mataba, lo que da un aire trágico, heroico y revolucionario a las protestas. Pero el paso de las redes sociales a los espacios físicos, prestigiados políticamente por la decisión misma de ocuparlos, unifica las dos protestas. En la plaza, la gestión solidaria y asamblearia de la acampada, junto a la desconfianza frente a la política tradicional y sus fuentes de prestigio público, eran muy parecidas en uno y otro caso. La plaza enseguida se definió en ambos sitios como contrapoder autolegitimado, deslegitimador del “sistema”, y al mismo tiempo como escuela de informaciones y valores alternativos. Pero en Túnez fue necesaria la irrupción de una cierta verticalidad (la intervención de la UGTT y de los partidos políticos en la acampada) para alcanzar la asamblea Constituyente. Esa victoria en algún sentido limitó también el alcance de los nuevos movimientos, abortados en embrión, pero hay que reconocer que sin la participación de las fuerzas ya organizadas la horizontalidad total del movimiento se hubiese disuelto en el aire o en un charco de sangre. En Túnez y en España es necesario encontrar esa bisagra que mantenga y acelere la potencia horizontal y al mismo tiempo permita formas de organización política articuladas capaces de incidir en la realidad y transformar las instituciones.
3. El 15M se ha caracterizado por ser un movimiento inclusivo, horizontal, no violento y cooperativo a través de la “inteligencia colectiva”, cuyo principal motor han sido las asambleas y los grupos de trabajo. ¿Has observado alguna de estas características en Túnez o Egipto? ¿Puedes contar algún ejemplo o anécdota?
Todas estas situaciones de convergencia corporal colectiva -”revoluciones”- entrañan una transformación de los marcos de la sensibilidad común: eso que llamamos amor, que puede implicar a dos, tres, cuatro o a un millón de personas. Cuando un millón de enamorados trabajan juntos introducen enseguida efectos sin copyright posible. En la Qasba y en Tahrir era impresionante no sólo el grado de solidaridad -”el enamorado quiere ser bueno”, decía Aristóteles- sino de creatividad explosiva. Y no sólo en el plano de la inteligencia colectiva -plasmada en consignas y reivindicaciones- sino asimismo de memoria colectiva. En el caso de la Qasba y Tahrir, en forma de grafitis o murales, reapareció toda la memoria rebelde de la humanidad, la más local y la más universal, y eso como respuesta también a una dictadura que había impedido no sólo hablar sino, más radicalmente, recordar.
5. Este llamado “cambio global” apuesta por la resistencia pacífica, ¿dejan por tanto de ser parte de este movimiento los países como Libia, Siria o Yemen, donde se ha militarizado el movimiento?
La rebelión original de Libia fue desbaratada, deformada, corrompida muy pronto por la militarización y la intervención de la OTAN, pero si uno ve, por ejemplo, el excelente documental de Reed Lindsay (Benghasi Rising) sobre el primer mes de intifada se descubre ahí el mismo “espíritu” y a la misma gente: la Plaza del Tribunal liberada en Benghasi reúne muchas de las características de la Qasba o Tahrir. En cuanto a Yemen y Siria, es necesario pensar en la insistencia de los revolucionarios en mantener sus manifestaciones y ocupaciones pacíficas en un entorno cada vez más violento: la plaza de Taghir en Sana afirmó siempre y sigue afirmando su vocación de resistencia civil y los viernes revolucionarios en Siria siguen sacando a miles de personas desarmadas a las calles. Digamos que la inclusión en una misma “falla tectónica” y en un mismo modelo de protesta no ha impedido derivas locales específicas como resultado de las distintas estrategias de los dictadores, las distintas historias locales de resistencia y las distintas formas de intervención occidental. Al hablar de las intifadas árabes es necesario atender al mismo tiempo a lo específico y a lo común como fuentes indispensables, no jerarquizadas, de explicación.
6. Hace un año se hablaba del movimiento 15M como la generación Tahrir, ¿cómo se ve el movimiento un año después?
La crisis global y la recomposición destructiva del capitalismo a nivel global invita poco al optimismo, tanto en el mundo árabe como en Europa. En algún sentido, el 15M no ha conseguido nada, ni siquiera la dimisión de un jefe de policía. Pero esa nada es de alguna forma más decisiva que una victoria directamente política, imposible en las actuales condiciones. Ha cambiado, digamos, la composición del aire. Yo hablaba del 15M como de una vacuna frente al populismo neofascista que amenazaba y amenaza Europa en el marco de la crisis, con la tentación inevitable, como en los años 30 del siglo pasado, de un líder autoritario y un chivo expiatorio. Cuando España parecía definitivamente formateada por el acceso a mercancías baratas, por las nuevas tecnologías y por unos medios de comunicación narcotizantes, surge un sujeto inesperado -aún no completamente político, pero ya cultural, antropológico- que se sitúa completamente al margen de los valores capitalistas dominantes. Es una vacuna y una matriz de cambio que nos va a ser indispensable en las inevitables confrontaciones que se avecinan a medida que se agrave la crisis y las amputaciones de derechos sociales que llaman “ajustes” (hay algo atroz en este eufemismo: es como pretender que un obús que deja inválido a un hombre “ha ajustado el tamaño de sus piernas”) vayan acompañadas de una creciente criminalización y represión de las protestas.
7. ¿Que semejanzas y diferencias has advertido entre el ciberactivismo de Túnez o Egipto y el del 15M?
En los dos casos han jugado un papel fundamental en la movilización, aunque en el caso de Túnez o Egipto el teléfono móvil y la televisión (Al-Jazeera) tuvieron lógicamente más peso que las redes sociales, a las que puede acceder mucha menos gente que en Europa. Pero puede decirse que hay ya una nueva clase social juvenil, transversal a los Estados-Nación, construida en la red. Aclaremos, en todo caso, que sigue siendo una especie de élite anti-elitista la que, tanto en Europa como en el mundo árabe, utiliza las nuevas tecnologías para el ciberactivismo. Si no fueron los partidos tradicionales los que hicieron las revoluciones egipcia y tunecina, tampoco fueron los blogueros, como no fue la imprenta la que hizo la revolución francesa de 1789 o los ferrocarriles la revolución rusa de 1917. El ciberactivismo tiene que luchar en la red contra el ciberconsumismo como El amigo del pueblo de Marat tenía que luchar contra la Gazette de France de la monarquía absoluta. En Túnez, el derrocamiento de la dictadura ha alimentado sin duda el ciberactivismo, pero se corre el riesgo de que se vuelva autorreferencial y poco riguroso, más centrado en la intriga política que en la construcción de alternativas.
8. ¿Cómo mantener vivo un movimiento que se nutre del trabajo y la cooperación en Internet y luego se le prohíbe ocupar el espacio público para llevar a cabo sus objetivos?
Lo que han rechazado todos estos movimiento por igual es la expropiación del espacio público por parte del capitalismo. Su gran logro no es la cooperación en la red sino la convergencia en la plaza. La reivindicación de la plaza frente al pasillo capitalista, la apertura de plazas públicas en medio de la circulación de mercancías es un gesto en sí mismo subversivo y la garantía además del aprendizaje de nuevas reglas. El capitalismo en crisis va a tratar de cerrar todos los espacios, virtuales y físicos; toda posibilidad de resistencia pasa por mantenerlos abiertos.
9. ¿Tiene que aprender el 15M algo de la revolución tunecina?
Una de las cosas hermosas de estos movimientos es su retroalimentación. Era muy bonito ver en el mes de junio pasado a algunas decenas de jóvenes acampados en el centro de Túnez con la referencia expresa del 15M, el cual había tenido como referencia expresa precisamente la Qasba y Tahrir. Uno de los efectos anticoloniales de las protestas del 2001 es justamente éste: ya no hay una pretendida luz centrífuga de las metrópolis a la periferia. Ya no hay metrópolis y periferia. Se ha invertido la dirección del movimiento, ahora de la periferia al centro, para luego volver hacia atrás de nuevo, provocando nuevas irradiaciones difusas en todas direcciones. Para el mundo árabe, en todo caso, marginado de la corriente central de la historia, necesitado de una victoria redignificadora, esta inesperada posición de vanguardia tiene efectos muy saludables: cuando la islamofobia dominante los convertía en campeones de terrorismo y fanatismo, se han reivindicado como adelantados de un movimiento universal de renovación democrática. El imperialismo -con la colaboración de los dictadores del Golfo- va a tratar por todos los medios de reconvertirlos en lo que ellos prefieren que sean: bárbaros violentos incapaces de regirse por sí mismos. Por eso los árabes deben estar muy atentos al mismo tiempo para oponerse a la propaganda y a la violencia. Porque, como escribía Moncef Marzouki en 2004, del éxito o fracaso de las revoluciones democráticas del mundo árabe va a depender el destino democrático del mundo entero.
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