En Túnez, la revolución popular que ha desbancado a Ben Alí sigue en marcha a todos los niveles, también en el plano laboral. Desde que el dictador fuera expulsado hace cerca de un mes, las huelgas se multiplican en todos los sectores; los estudiantes, los profesores, los parados, los empleados de la limpieza… salen a la calle y las manifestaciones no cesan en la capital y a lo largo de todo el país, y las reivindicaciones económicas y laborales acompañan a las reivindicaciones en el plano político y de las libertades.Mohamed Msalmi, secretario general de la UGTT en la región de Ben Arous, una de las zonas industriales más importantes del país, nos recibe en la sede del sindicato, cargada de actividad y donde decenas de trabajadores se agolpan para recibir asesoramiento o para organizarse. “La prioridad ahora es crear empleo y lograr la igualdad entre las regiones en materia de desarrollo, porque además las revueltas empezaron en las regiones del interior, donde la tasa de paro es muy elevada. Una demanda principal de estas huelgas ha sido lograr trabajos fijos para los obreros y la supresión de la precariedad, además de la mejora de los salarios, pues la capacidad adquisitiva sigue siendo muy débil”, explica Msalmi, que dirige uno de los comités regionales más combativos de la UGTT, mientras en el exterior se manifiesta un grupo de trabajadores de la empresa Phonix Mécano.Msalmi habla del papel jugado, durante unas revueltas principalmente espontáneas, por la UGTT, “sobre todo por las estructuras regionales, sectoriales y locales, en primer lugar gracias a un trabajo de acumulación en la conciencia de los jóvenes, porque los locales de la UGTT siempre han sido espacios de debate sobre problemas económicos, sociales y también políticos”.
Con aproximadamente 500.000 afiliados, la UGTT se convirtió en la única organización capaz de ejercer un contrapeso al régimen y, tras la caída de Ben Alí, su actuación ha sido fundamental tanto en la caída del primer gobierno “de unidad” como en la continuación del segundo, aún muy criticado por una parte de la población. El papel de la UGTT en los últimos años ha sido controvertido, y en los próximos meses se dispone a preparar su remodelación, una remodelación que debería permitir a las bases y a los comités regionales y sectores combativos liberarse de una dirección burocrática, corrupta y en muchos casos afín al régimen depuesto. “Algo positivo en los estatutos de la UGTT es que dejan un gran margen para que las estructuras regionales se organicen de manera independiente…
En 2008, durante las revueltas de la cuenca minera, mientras el comité ejecutivo nacional se desinteresaba e incluso acusaba a los manifestantes, nosotros organizamos numerosos actos en su apoyo. La UGTT es una microsociedad donde se encuentra a los mejores militantes, a personas con valores humanos, pero también encontramos a ladrones y corruptos…”, explica Msalmi. La futura reorganización de la UGTT también debería permitir al sindicato, según Msalmi, adaptarse “a los cambios en el mundo del trabajo”, ya que “las estructuras de la central de momento dejan fuera del movimiento sindical a los trabajadores del sector informal, a los interinos…”.
De momento, los trabajadores parecen haber tomado la iniciativa y en tan sólo tres semanas y sólo en la región de Ben Arous “ha habido huelgas en filiales de multinacionales, empresas de inversores extranjeros y compañías locales y hemos logrado contratos fijos para centenares de trabajadores y el aumento sistemático en los salarios”.
Como consecuencia de este renacer reivindicativo, el sindicato de la UGTT en esta región, en la los trabajadores han protagonizado muchas batallas laborales también bajo Ben Alí, ha logrado 7.000 nuevos afiliados en tres semanas y se han formado 35 nuevos comités de empresa.
Un ejemplo de lucha
En Ben Arous, los obreros de la Sociedad Tunecina de Construcción Metálica son hoy un ejemplo más de trabajadores en lucha. Desde el lunes, los 152 trabajadores de la empresa mantienen una huelga indefinida por el aumento de sus salarios, que rondan una media de 260 dinares (unos 130 euros), y por la mejora de sus condiciones de trabajo.
El presidente de la sociedad, un gran empresario propietario de otras 22 compañías, es Moncef Salami, el ex presidente del club de fútbol de Sfax. “A nosotros nos paga 260 dinares y luego compra jugadores por 400.000”, nos explica Ghazi Kouki, quien añade que el director de la empresa “vino aquí con un cochecito y se marchó como propietario de un palacio y seis coches de lujo”. Mientras, los empleados, orgullosos de haber construido grandes superficies de empresas extranjeras como Carrefour y Géant, trabajan en unas condiciones deplorables, con maquinarias obsoletas y sin medidas de seguridad, lo que ha provocado numerosos accidentes de trabajo.
Makroun Bahrouni, que sufrió un accidente, explica cómo la indemnización que reciben es miserable. Mientras, Anisse Othmani nos habla de todas las tretas empleadas por el empresario para no declarar a sus trabajadores, no hacerlos fijos o no subirlos de la categoría, y de la “miseria” en que viven, y nos explica que reivindican una “ley del trabajo para no trabajar como esclavos”.
Hoy, enmarcados por la UGTT, se dicen dispuestos a resistir el tiempo que haga falta hasta que la directiva, que parece haber abandonado la empresa, se digne discutir con ellos. “Si hay algo que ha cambiado desde la caída de Ben Alí es que ahora sentimos que ya no somos prisioneros”, dice Othmani. Con ese sentimiento de libertad provocado por la revolución, ellos y otros trabajadores en su misma situación han decidido organizarse y han iniciado huelgas para la defensa de sus derechos.
Fuente: http://www.diagonalperiodico.net/Los-trabajadores-tunecinos-siguen.html
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